Tradicionalmente, se ha recomendado a la mujer embarazada reducir su actividad física debido a los posibles efectos adversos sobre el embarazo y el feto. esta recomendación se basa en los potenciales efectos teratógenos de la restricción de oxigeno y aporte de nutrientes al feto, y de la hipertermia generada durante la actividad física.
Sin embargo, en los últimos años multitud de estudios han demostrado los beneficios que aportan la fisioterapia y el ejercicio controlado en la prevención de complicaciones durante el periodo gestacional.

Modificaciones y adaptaciones al embarazo
El embarazo implica una serie de cambios a nivel fisiológico, biomecánico y musculoesquelético que pueden generar situaciones adversas y que son susceptibles de tratamiento fisioterápico.
Estas adaptaciones conllevan unos rápidos cambios de peso y redistribución de cargas que tienen una relación directa con la incidencia y severidad del dolor de espalda. Otro factor importante es la modificación del patrón de marcha; por normal general la anchura de paso aumenta un 50%, a parte de la hipermovilidad de las articulaciones sacroilíacas , sacrococcígea y de la sínfisis del pubis, que contribuye a una alteración de la postura y a la incapacidad de permanecer de pie de forma prolongada, lo que es causa de lumbalgias al final de la gestación. En otras ocasiones, la musculatura abdominal no puede soportar la tensión a la que se ve sometida, distendiéndose por la línea media y provocando una diástasis abdominal.
Modificaciones fisiológicas durante el embarazo
En la mujer embarazada se produce una aceleración de las funciones metabólicas para satisfacer las necesidades de sustitución tisular tanto del feto en crecimiento como de todo el sistema que lo sostiene.
Durante las últimas semanas aparece una elevada demanda de proteínas con el objetivo de mantener la concentración constante de leche y evitar así que el tejido mamario se vea afectado.
Respecto a dos de los minerales fundamentales durante esta época, encontramos un aumento en la demanda de hierro durante la gestación y una mayor retención de calcio en los huesos maternos para abastecer el feto en el último tramo de la gestación.
El aumento total de peso es de aproximadamente 11 a 14 kg, distribuyéndose principalmente entre los tejidos fetales y los órganos maternos.
Modificaciones en el sistema musculoesquelético y biomecánico
A nivel articular es donde se produce una mayor modificación, ya que la acción de determinadas hormonas como la progesterona y sobre todo la relaxina, aumentan la laxitud de las articulaciones con el fin de facilitar la salida del feto en el momento del parto. Esto produce una inestabilidad articular que sobrecarga las estructuras de la cintura pélvica y desencadena una hipermovilidad de la articulación sacroilíaca, la cual disminuye su estabilidad mecánica, produciendo un dolor irradiado similar al de una ciática.
Los efectos de la relaxina afectan a la mujer gestante desde el momento de la concepción, con un pico máximo a los tres meses, permaneciendo estable a lo largo del embarazo. La hipermovilidad causada por la relaxina de las articulaciones del sacro y de la sínfisis del pubis contribuye a una alteración de la postura y a la incapacidad de permanecer de pie de forma prolongada, lo que puede generar dolor lumbar al final de la gestación.
La ganancia ponderal de peso ocasiona un desplazamiento del centro de gravedad hacia delante y arriba, que debe ser compensado con un aumento de la lordosis lumbar, anteversión pélvica y horientalización del sacro junto con una rotación externa de la articulación coxofemoral, con el objetivo de aumentar la base de sustentación y mantener la bipedestación en relación al desplazamiento del centro de gravedad.
Esto conlleva una modificación del patrón de la marcha, en el que por norma general se produce un aumento en la anchura del paso de hasta un 50% de media según avanza el embarazo. Esta marcha es conocida como marcha contorneante o de pato.
Modificaciones en el aparato respiratorio
El crecimiento del útero provoca que las vísceras abdominales se desplacen hacia el diafragma, comprimiéndolo y restringiendo la expansión pulmonar total. Esto genera una elevación del diafragma y un aumento del ángulo subcostal con la consiguiente modificación del patrón respiratorio, que pasa de abdomino-diafragmático a uno torácico a medida que avanza la gestación.
Esta modificación en el patrón respiratorio se traduce en una hiperventilación y un aumento del volumen de ventilación pulmonar que pasa del 30 al 40%. A parte, el volumen de aire inspirado por minuto aumenta en un 20-30%.
Modificación en el aparato digestivo
El aparato digestivo es uno de los sistemas más sensibles a las modificaciones producidas durante la gestación. El primer trimestre se caracteriza por la aparición de náuseas, vómitos y alteración del gusto causado en gran medida por la hormona gonadiotropina coriónica y el cambio del metabolismo de los carbohidratos.
En el último trimestre, el útero desplaza al estómago e intestinos hacia arriba y atrás, provocando pirosis por reflujo gastroesofágico y flatulencia. También aumenta el tiempo de vaciado gástrico debido a la relajación de la musculatura lisa gastrointestinal, lo cual favorece la aparición de hemorroides y estreñimiento.
Modificaciones en el sistema cardio-circulatorio
El embarazo conlleva una serie de adaptaciones cardiovasculares que se inician en el cuarto mes y se mantendrán hasta un año después del parto.
Debido a las exigencias del desarrollo fetal, se produce un aumento del volumen circulante sin que las células plasmáticas aumenten en la misma proporción, lo que explica los bajos niveles de hematocrito al final del embarazo.
La necesidad de aportar sangre adicional al útero provoca un aumento del volumen sanguíneo materno del 45%, con un mayor gasto cardiaco de entre un 30-40% y de la frecuencia cardiaca, que sufre un aumento paulatino durante la gestación, llegando a alcanzar entre 15 y 20 latidos más por minuto en el tercer trimestre.
A partir del segundo trimestre de embarazo se produce un descenso de la tensión arterial diastólica y sistólica de 5 a 15 mmHg, debido a la relajación de las paredes arteriales que provoca la concentración de progesterona. La presión del útero sobre la vena cava inferior cuando la mujer está en decúbito supino, produce el síndrome de hipotensión supina.
En el tercer trimestre, el volumen abdominal gestacional comprime las venas que recorren las fosas iliacas; esto dificulta el retorno venoso y provoca un estancamiento del flujo en los miembros inferiores que a corto plazo se traducirá en la aparición de un edema.
Modificaciones en el aparato urinario
El aumento del útero durante la gestación provoca una irritación vesical que incrementa la frecuencia de la micción. Este síntoma remite en el segundo trimestre una vez que el útero pasa a ser un órgano abdominal y disminuye la presión sobre la vejiga.
Los uréteres están más relajados por la progesterona por lo que junto con el aumento de presión vesical, facilita la posibilidad de reflujo vesico-uretral y por tanto, hay una mayor predisposición a las infecciones urinarias.
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